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Causas de la rebelisn en Chiapas


Pablo Gonzalez Casanova

La arbitrariedad

Parece anticuado hablar de causas. El concepto es sin embargo legmtimo. Su uso se hace necesario para contestar a las explicaciones arbitrarias de lo que pasa.

La rebelisn indmgena y campesina en Chiapas dio pie a que grandes escritores y poetas, coreados por la televisisn y amplios cmrculos oficiales, elaboraran nuevos mitos satanicos, parecidos a los que en la Edad Media desorientaban el conocimiento de los infelices e intimidaban a los incridulos con el fuego de la hoguera en que se quemaban los valientes.

Los ideslogos neoliberales de hoy intentaron explicar la rebelisn de Chiapas como obra de ``estalinistas'' y ``extranjeros'', de minormas de obcecados y advenedizos que manipulan a los ``pobrecitos indios''. Despuis, tambiin han querido explicarla como una mera ``rebelisn de indios''.

Si por ``causa'' entendemos los factores que anteceden y determinan un hecho, la explicacisn con mitos modernos, por distinta que sea de las medievales, atribuye a fuerzas malignas las batallas que desagradan a los poderosos.

La violencia en la interpretacisn obliga a recuperar y esclarecer las ``verdaderas causas''.

Primera: Una herencia rebelde Los mayas destacan entre los pueblos que mas han resistido a la conquista. En Yucatan y Guatemala, no fueron sometidos sino hasta 1703 y pronto volvieron a rebelarse. En Chiapas organizaron una gran revuelta en 1712. Dice el Chilam Balam: ``Vino el pleitear ocultamente, el pleitear con furia, el pleitear con violencia, el pleitear sin misericordia''. Y esos mismos pueblos se volvieron a rebelar el 1o de enero de 1994. ¿Por qui y contra qui? Contra una violencia renovada que ha intentado destruir la identidad, la personalidad, la dignidad de hombres y mujeres a los que les arrebata constantemente sus tierras, los explota en forma inmisericorde, y los hambrea hasta convertirlos en seres pequeqitos que parecen niqos de tan poco que han comido en muchas generaciones. Que hoy los mayas se rebelen de nuevo como tzeltales, tzotziles, choles, zoques y tojolobales corresponde a un legado que produce los mismos efectos en otras regiones de Mesoamirica.

En la Lacandona y los Altos de Chiapas esta vivo el mito de Juan Lspez, hombre invencible venido del cielo que luchs contra el ejircito ha

ace muchmsimos aqos, y que prometis regresar para ayudar a los indios en sucesivas batallas.

Segunda: La crisis de la hacienda tradicional En el origen de la rebelisn tambiin esta el desarrollo de Chiapas. Desde los aqos treinta habma empezado la crisis de los latifundios cafetaleros. Los peones acasillados human a otras regiones menos desgraciadas. En los cincuenta vino la liberacisn de los peones por las haciendas ganaderas en formacisn. Estas, ya no necesitaban sus servicios. En la dicada de los 70 termins virtualmente ``el pesn acasillado''. Chiapas se convirtis en gran productor de electricidad y petrsleo. De nueva cuenta los peones ``libres'' abandonaron las fincas cafetaleras, caqeras, maiceras, e incluso ganaderas. Se fueron a los trabajos de electricidad y petrsleo, de presas y de carreteras. Otros se encaminaron a la Selva para hacerse a una vida pobre pero propia; son los que hoy habitan por el territorio donde se mueve el Ejircito Zapatista de Liberacisn Nacional.

En la Selva, tzeltales, tzotziles, choles, zoques, tojolobales y mestizos se relacionaron entre sm. Surgis entre todos una identidad de etnias oprimidas frente a finqueros, ganaderos, y ``kaxlanes'', como llaman a los ``ladinos'' o mestizos. La identidad empezs a formarse a mediados de los setenta. Auments en los ochenta con la Asociacisn Rural de Interis Colectivo Unisn de Uniones (ARIC U de U), y culmins a fines de esa dicada con un proceso de integracisn de las organizaciones de etnias y trabajadores. Sus miembros habman dejado la servidumbre sin encontrar acomodo en el nuevo desarrollo del pams.

Tercera: La accisn pastoral La tercera causa del cambio ­en un orden difmcil de determinar­ provino de la Iglesia Vaticana II y de la Conferencia Episcopal de Medellmn. Desde alla llegs una renovacisn pastoral ``auxiliada de la sociologma religiosa y con la animacisn del Movimiento por un Mundo Mejor''. La sistematizacisn del cambio se expresarma en la teologma de la liberacisn, hoy violentamente censurada por los ideslogos neoliberales, y mundialmente famosa. La teologma de la liberacisn expresarma a un importante movimiento cristiano que respetando el dogma y la fe impide que uno y otra se usen contra los dibiles y los pobres.

La accisn pastoral de ese movimiento empezs por los aqos sesenta: curas y catequistas se dedicaron a enseqar a los indios que son seres humanos. Con fundamento en el Concilio Vaticano II les enseqaron a expresar su pensamiento, a valorar la vida de su comunidad con la palabra de Dios y con la interpretacisn de la Biblia. Los adiestraron ­con base en sus costumbres de discutir y llegar al ``acuerdo''­en nuevas formas de organizacisn para el trabajo colectivo, en la discusisn fraternal y en la toma de decisiones. Desde la fe les llevaron a interpretar los textos sagrados: a leer el Exodo para que lo identificaran con sus pueblos, y hallaran en la historia de los judmos la de su propia opresisn. Les enseqaron a interpretar la utopma cristiana del Reino de Dios en su propia tierra. Es mas, les dieron las bases de una cultura democratica en que empieza uno por respetarse a sm mismo para respetar a los demas, y para construir con todos las organizaciones que representan los intereses comunes, y una Iglesia Catslica que incluye al Tzeltal, al Chol, al Tojolabal.

Los propios curas oyeron a los indios y cambiaron su pastoral, incrementaron ``la reflexisn y la practica'' de lo que llamaron ``catequesis de encarnacisn'' que tendma ``a que la palabra de Dios se revistiera y divinizara'' del acontecer histsrico, de la cultura, de la vida comunitaria de los pueblos indios. Los catequistas ``se convirtieron en portavoz de la reflexisn de la comunidad y dejaron de ser los maestros que llevaban una reflexisn prefabricada''.

El trabajo de educacisn y catequesis fue extraordinario. Tambiin el de organizacisn. Ningzn partido polmtico o instancia cultural ha hecho algo parecido. Un obispo de San Cristsbal llamado Samuel Ruiz, con los sacerdotes, parrocos y diaconos del Obispado prepararon en 2 mil 608 comunidades a mas de 400 prediaconos y a 8 mil catequistas. ``Vivieron la caridad'' como pobres y como indios, y transmitieron a los pobres y a los indios ``todas esas maldades'' que consisten en creer, pensar y ``ser'' orgullosamente indios.

En la Discesis nacieron diversos ``ministerios de la comunidad''; desde sus culturas indmgenas mayenses ``adquirieron el compromiso que lleva a la construccisn del Reino de Dios en la justicia y la verdad''. Catequistas, secretarios, principales, mayordomos, presidentes, coros, responsables de regiones, promotores de salud, coordinadores de mujeres, tuhumeles (o diaconos) y servidores en la defensa de los derechos humanos ``respondieron a la necesidad de que los despojados caminen''.

Cuarta: Los estudiantes del 68 Despuis del 68 ­que en Mixico termins con el sacrificio de Tlatelolco­ los lmderes estudiantiles siguieron muchos caminos: unos se integraron al sistema, o el sistema los coopts; otros organizaron movimientos sociales urbanos y colonias populares; otros contribuyeron a formar partidos polmticos, como el PRD (Partido de la Revolucisn Democratica), el mas grande de la izquierda en la historia de Mixico; otros mas ayudaron a organizar movimientos campesinos, o se fueron a las guerrillas de Sonora, Chihuahua, Guerrero. En la ideologma de los antiguos estudiantes habma un elemento comzn: luchar por una democracia en que el pueblo trabajador y explotado tome las decisiones por sm mismo y se prepare para dar fin a un sistema represivo, autoritario y excluyente.

A mediados de los setenta, los antiguos sobrevivientes del 68 empezaron a llegar a Chiapas. Se integraron a las organizaciones populares. Las ``ayudaron a organizarse y a adquirir una mayor conciencia para llevar adelante sus luchas''. En 1976, los militantes de la Unisn del Pueblo se internaron a la Selva: tenman ricas experiencias de organizacisn en el Valle del Mayo y del Yaqui, y en la Laguna.

En medio de errores, desencuentros, crisis tesricas y estratigicas, los lmderes del 68 plantearon la necesidad de la unisn y organizacisn de todos los ``obreros, campesinos, colonos, estudiantes, pequeqos comerciantes, empleados, profesionales''. Propusieron elaborar un programa de luchas por tierras y salarios, por escuelas y clmnicas, y en general por mejores condiciones de vida.

Las principales diferencias internas surgieron por el mayor o el menor respeto a la democratizacisn de las organizaciones. El triunfo de la posicisn democratica se debis a tesis que vinculaban la expresisn de opiniones con la informacisn y con la participacisn: ``Es necesario que exista ­afirmaba un documento de 1977­ la mas amplia democracia, que consiste en una gran participacisn de ideas y opiniones sobre el punto que se esta tratando. En una reunisn o asamblea debemos lograr que todos tengan suficientes informaciones para que puedan opinar... Se requiere escuchar el mayor nzmero de opiniones e ideas y proporcionar una amplia participacisn..." El principal objetivo es ­aqadman­: ``que a partir de las demandas mas sentidas del pueblo, se formen organizaciones de masas..." El movimiento expresaba ``el aire revolucionario'', caractermstico de la ipoca, con sus variantes en la lucha contra la explotacisn del hombre por el hombre. Postulaba tambiin la instauracisn de un sistema que hiciera de la democracia en las propias organizaciones de masas, su arma fundamental. Los dos objetivos ­el de la lucha contra la explotacisn y el de la lucha por la democracia­ se mantienen hasta hoy, y se han extendido como valores ya internalizados por las organizaciones de la Lacandona y del Ejircito Zapatista de Liberacisn Nacional. Otros ­como el socialismo y la lucha de clases­ perdieron su valor estratigico y salieron del escenario por un tiempo indeterminado.

Un sistema de ``asambleas itinerantes'' permitis que todos aumentaran su capacidad y practica milenaria de discutir y decidir. La disensisn y el ``Acuerdo'' se extendieron a lo largo y ancho de la Selva. Quienes habitan en ella adquirieron una cultura comzn que con distintas lenguas une a etnias, religiones, e ideologmas en las mismas metas y en las mismas acciones. Aprendieron algo nuevo: csmo discutir y decidir sobre la lucha revolucionaria y csmo defender a sus organizaciones de los agentes provocadores. Los revolucionarios aprendieron que los ritmos del pueblo no son los de ellos. Aprendieron que no sslo es cosa de organizar a los indios sino de aprender csmo estan organizados. Construyeron organizaciones y politizaron a las existentes. Se politizaron ellos mismos y se confundieron con los demas. Dejaron sus ideas marxista-fundamentalistas. Descubrieron que el ``reordenamiento del mundo'' sslo podrma venir de una lucha por la democracia que incluyera y partiera de las autonommas y los derechos de los pueblos indios y de los pobres que no son indios hasta abarcar a toda la nacisn. Contando con ella, con sus trabajadores y su pueblo.

Un gran plan de provocacisn oficial se monts de nuevo en la ultraizquierda. Buscaba derivar en la desorganizacisn de las bases independientes y en el fortalecimiento de las organizaciones de masas del Estado. Provocadores y ultraizquierda no lucharon por lo posible. Tampoco por lo imposible. En lo que podman desorbitaban las ideologmas, desquiciaban las acciones y encarecman su propia exaltacisn verbal de gesticuladores revolucionarios.

Los dirigentes de la Selva enfrentaron a la provocacisn y a la ultraizquierda con una nueva cultura y una nueva polmtica de preservacisn vital y de autonomma, de serenidad y firmeza. Tambiin disuadieron y derrotaron a los acomodaticios y su propensisn a aceptar concesiones individuales y colectivas con pirdida de la dignidad personal y de la autonomma polmtica. Los argumentos ultraizquierdistas sobre ``la lmnea correcta'', con batallas de antemano perdidas, y los de cooptacisn e integracisn de individuos y clientelas, fueron enfrentados y encauzados por la democracia con justicia y dignidad. Asm, muchos revolucionarios venidos de fuera de la selva pasaron de la revolucisn esperada a la inesperada.

Aprendieron a luchar por lo imposible para adelantar lo posible.

Quinta: Menos tierras para mas ``pobres'' En 1971 por decreto presidencial se entregs media Selva a una etnia casi extinta: los lacandones. Con el pretexto de preservar a unos cuantos que quedaban, se pretendis arrebatar las tierras a tzeltales, tzotziles, choles, tojolobales y zoques, que las habitaban desde hacia dos o tres dicadas, y a quienes se acuss de ``usurpadores''. Detras del decreto habma un gran negocio de polmticos y madereros. Todos se presentaron como la Compaqma Forestal Lacandona, S.A.. Esta se apresurs a firmar un contrato con los ``legmtimos dueqos'' de la tierra. Adquiris asm el derecho de extraer al aqo 35 mil metros cuadrados de madera, lo que equivalma a 10 mil arboles de cedro y de caoba. La selva se volvis monopolio de la compaqma. Su extensisn era nada menos que de 614 mil 321 hectareas.

Ayudada por el gobierno, la Compaqma se propuso ``reubicar'', esto es, expulsar a los supuestos intrusos. Algunos se fueron de la regisn; otros empezaron a luchar por defender sus tierras. Eran la mayorma.

Los cientos de lmderes indmgenas del Exodo, los ocho mil ``catequistas'', los ex lmderes del 68, los de las guerrillas del Norte y el Pacmfico empezaron una nueva etapa de movilizaciones que los llevs a la capital del estado y hasta a la capital de la Repzblica (1981). Fue el inicio de grandes luchas legales, que se combinaron con acciones directas.

Los habitantes de la Selva ya habman sido expulsados de otras tierras. En los valles centrales, con la construccisn de las presas, mas de 100 mil personas tuvieron que emigrar. Sus tierras quedaron bajo el agua. La explotacisn del petrsleo inutilizs grandes extensiones, convertidas en eriales o veneros. Alrededor de 50 mil personas se vieron obligadas a salir. La crisis econsmica de fines de los 70 y principios de los 80 disminuys las fuentes de trabajo urbanas. 200 mil trabajadores resultaron cesantes. Fueron obligados a volver a la tierra que habman dejado. Para colmo, en 1982, hizo erupcisn el Chichonal e inutilizs 70 mil hectareas. Cerca de 20 mil pobladores debieron reubicarse. Muchos iniciaron el ixodo a la Selva Lacandona. No sabman que de allm tambiin intentarman expulsarlos. Y por todos los medios.

La tierra en Chiapas, fuente de sustento principal de ``los pobres'', se volvis cada vez mas escasa. Al mismo tiempo hubo un crecimiento natural de la poblacisn; en el area rural crecis a una tasa de 3.6 por ciento anual. Hacia 1985 en las regiones con disponibilidad familiar de 16 hectareas se pass a tener en promedio menos de 4 hectareas por familia. El crecimiento de la poblacisn fue factor muy importante para el empobrecimiento de los campesinos que ya eran pobres, sobre todo porque se combins con el despojo de tierras y recursos por las compaqmas y los terratenientes. Azn antes de ser muchos, los campesinos ya carecman de criditos, de asistencia ticnica y de mercados humanamente aceptables. Su produccisn era y es extensiva, con ticnicas de ``roza-tumba y quema'', y siembras frecuentes que aumentaron las ``tierras cansadas''. Por todo eso, la presisn demografica, que resultaba cada vez mayor, se volvis intolerable.

Los conflictos agrarios se acentuaron en el Estado. A principios de los ochenta, 400 fincas y latifundios fueron invadidos por los campesinos; 100 mil sobrevivieron como precaristas, 70 mil solicitaron tierras al Departamento Agrario sin que nadie los atendiera.

Las demandas e invasiones continuaron. A principios de los noventa Chiapas tenma sin satisfacer el 27 por ciento de las demandas de tierras de todo el pams. De los 10 mil 600 expedientes en tramite, en la Secretarma de la Reforma Agraria, 3 mil eran de Chiapas. Tras largos y costosos procesos, los campesinos no lograban nada. Cuando habma una resolucisn presidencial en su favor no era ejecutada. Los sin tierra cobraron cada vez mas conciencia de que mientras a ellos los habman empobrecido, marginado y excluido, los grandes propietarios tenman latifundios simulados que ni siquiera explotaban. Como no sslo realizaron movilizaciones de protesta, sino empezaron a ocupar algunas parcelas y a cultivarlas, el caracter violento de la respuesta de los finqueros se volvis sistematico. Si antes atacaban violentamente a los indios para quitarles sus derechos ahora los atacaban ``con mas razsn'' y con mucha saqa acusandolos de violar la sagrada propiedad privada, la paz social y el derecho. Lmderes encarcelados y asesinados, familias y comunidades desalojadas y perseguidas, tierras recuperadas por el ejircito o por las guardias blancas. En todas partes se mantiene el recuerdo de las respuestas violentas: en Simojovel, Huitiupan, Sabanilla, Yajalsn, Chilsn, Ocosingo, Las Margaritas. Azn asm habma la esperanza de que un dma se aplicara la Constitucisn y se hiciera justicia. Para alimentar esa esperanza, el gobierno, de vez en cuando, compraba algunas tierras a los propietarios y se las entregaba a los indmgenas.

El 7 de noviembre de 1991 el Ejecutivo Federal ­en cumplimiento de la polmtica neoliberal acordada con el Fondo Monetario Internacional, de las exigencias para el Tratado de Libre Comercio (TLC-NAFTA), y siguiendo los intereses de los grandes latifundistas y polmticos mexicanos y extranjeros­ envis al Congreso un proyecto de reforma al Artmculo 27 Constitucional. El nuevo texto no sslo legalizaba los latifundios simulados y legitimaba las declaraciones de que ya no hay mas tierras que repartir, sino facilitaba la privatizacisn de tierras ejidales y comunales por los latifundistas.

El nuevo texto fue aprobado en una alianza del PRI y el PAN que funds al nuevo Estado Mexicano. ``Uno de los efectos mas inmediatos de la reforma Constitucional ­escribis Ma. del Carmen Legorreta, hoy de la ARIC Oficial­es el fortalecimiento implmcito de los antiguos hacendados''. Estos se sintieron desde entonces favorecidos por el marco legal. Amparados por sus guardias blancas y por los aparatos del Estado formaron una moderna organizacisn para gobernar a Chiapas: la ``Unisn para la defensa ciudadana''. Los latifundistas se volvieron ``demscratas''. De su democracia ladina expulsaron a los indios que no les eran ztiles, y cuando tambiin pretendieron expulsarlos de la Selva, muchos desgraciados se prepararon para resistir. Era su zltimo refugio y resolvieron defenderlo. Pero no sslo ellos lucharon, sino los campesinos y los indios de muchas regiones de Chiapas, en especial de Los Altos. Durante esos aqos se habman organizado cada vez mas mientras el gobierno y los terratenientes pretendman seguirlos tratando como cuando no estaban organizados: con las mismas polmticas de ninguneo, de represisn y de cooptacisn. Ya no funcionaron.

Sexta: La politizacisn de los ``pueblos indmgenas'' En la conciencia polmtica se encuentran los fracasos electorales de los indios. Hacia 1982, dentro del Partido Socialista Unificado de Mixico (PSUM), en Las Margaritas, los tojolobales lucharon por la presidencia municipal. Al perder, ``perdieron la esperanza'', segzn decman. En 1974, los indios de San Juan Chamula tomaron la presidencia municipal como protesta ante el fraude electoral cometido por el PRI. Dmas despuis fueron desalojados por el ejircito. A partir de entonces un gobierno de caciques inicis la persecucisn de miles de chamulas a los que acuss de ser protestantes. Los expulsados se quedaron sin casas y sin tierras. Hoy, mas de 20 mil de ellos viven en las afueras de San Cristsbal. Estan en la miseria. Los caciques, ejercen en Chamula una dictadura autsnoma y brutal dizque por respeto a su ``costumbre''. Se apoyan en maestros ``bilinges'' que forman con ellos un nuevo grupo de poder vinculado al gobierno estatal e incluso federal, y a los comerciantes y finqueros. ``En Mitontic, Chenalhs, Tenejapa dominan a su antojo''. (Para que algunos expulsados regresaran fueron necesarias inmensas presiones y distraer a los caciques con un viaje a Roma y a Israel.)La democracia electoral en las regiones indmgenas es una ficcisn. Los gobiernos locales se parecen a los de la ipoca colonial. En los ritos electorales, los ladinos y sus aliados indios discriminan, reprimen, encarcelan, expulsan y asesinan a sus opositores. La crsnica de sus crmmenes polmticos es interminable. A veces ejercen el poder en forma paternalista, e incluso en alianza con los ``Consejos Supremos Indmgenas'' y con otros organismos oficiales que practican un cierto populismo limitado. El paternalismo beneficia poco y a muy pocos.

La polmtica de partidos es en general un movimiento de czpulas. Los ``lmderes'' indios se meten al PRI, al PAN, al PSUM, al PST, al PRD. Con frecuencia cambian de partido, para ``ver'' cual les resuelve sus problemas comunitarios o personales. Sus luchas desembocan a lo sumo en fensmenos de clientelismo que permiten realizar presiones conjuntas en las que ``algo'' se gana. Incluso los miembros del PRI participan en distintos tipos de presiones y hasta se movilizan para la toma de palacios municipales y oficinas de gobierno. El conjunto de las luchas no altera la estructura de poder en que dominan finqueros y ganaderos. Cuando ocurren explosiones locales sus efectos son efmmeros y el sistema poco a poco se recupera.

En Pantelhs, tras las elecciones de 1984, todos los indios bajaron con sus machetes. Decman que ya se les habma acabado la paciencia. Como tenman la mayorma, y los machetes en la mano, los mestizos se vieron obligados a reconocer su triunfo: pacientaron un tiempo. Despuis de unos meses fueron a ver al presidente municipal que los indios habman puesto. Le pidieron que rindiera cuentas. El presidente municipal ­antes rebelde y gritsn­ se volvis manso. ``Desde entonces ­dice un delegado del PRI­ don Dionisio se ha alineado cada vez mas''. La experiencia indmgena en materia polmtica es que los representantes inmediatos de los indios pueden ser democraticamente controlados en sus propias comunidades; pero cuando entran a formar parte del gobierno municipal u ocupan puestos mas altos ``no les queda otra'', que corromperse, someterse o morir. Aunque algunos se someten a medias y piden algo para su gente, la pirdida de su dignidad les hace mucho daqo, y es causa de verdaderos estragos para cualquier polmtica de acumulacisn de fuerzas.

En muchos poblados de Mixico, la oficina municipal del PRI esta ubicada en la presidencia municipal. Lo mismo ocurre en Chiapas. Sslo que en las zonas indmgenas, por lo general ``las autoridades rechazan la intromisisn de cualquier partido polmtico que no sea el oficial. Terratenientes y ganaderos las apoyan. Nada que afecte al PRI o a los grandes propietarios es tolerado. La funcisn electoral se hace sin planteamientos que atenten contra los privilegios y los privilegiados, o que impliquen la posibilidad jurmdico-polmtica de elegir representantes contrarios al PRI y a los ganaderos o finqueros''. La experiencia de ser ``manejados por el PRI o por partidos que parecen ser de oposicisn y no lo son, como el PAN, el PST o el PARM'', provoca antipatmas polmticas en muchas agrupaciones. Los indmgenas sienten que en las condiciones actuales ``no tienen una visisn clara de para qui sirve la polmtica'', salvo cuando buscan ventajas personales o triunfos efmmeros. Para muchos, la politizacisn en los partidos de oposicisn sslo se asocia a una radicalizacisn contraria al populismo indigenista oficial, y a otras formas de autoritarismo. Ir mas alla, hacia la construccisn de una alternativa, resulta difmcil.

En 1994 ­con la solidaridad del EZLN­ se hace un primer intento de lucha electoral en la que los pueblos indios participan a la ofensiva con una gran parte de la ciudadanma. Distintas organizaciones lanzan un candidato de la sociedad civil y del PRD a la gubernatura del estado; es una circunstancia novedosa que parece inaugurar una nueva etapa de las luchas polmticas y sociales. La vieja clase-etnia dominante reacciona con extremada violencia y logra el apoyo deseado cuando el 9 de enero de 1995 el Ejircito ataca en la Selva destruyendo a los poblados zapatistas. Si el nuevo movimiento busca una lucha polmtica con dignidad de sus integrantes y autonomma de sus organizaciones, la vieja-nueva clase colonial pone todo el peso en una polmtica que destruya vida o dignidad de los indios, y cualquier asomo de autonomma o mediacisn polmtica para la defensa de sus derechos e intereses vitales. De paso, y ``como quien no quiere la cosa'' ataca en general al bajo pueblo, a los movimientos populares urbanos y a las clases medias que luchan contra el orden secular y ``moderno''.

En todo caso se estructura claramente una fuerza y una organizacisn polmtica, democratica y autsnoma en las propias formaciones indmgenas y campesinas. Es el caso de la coordinacisn de los Consejos Supremos Tzeltales y Tzotziles, que son democraticos y representativos y de la CEOIC, creada en 1994 con decenas de organizaciones campesinas indmgenas, que se enfrentan a la cooptacisn gubernamental y empresarial. En ellas nace la voluntad organizada y civil de una democracia con dignidad, justicia y libertad. Es la voluntad que tambiin va a animar y modular la rebelisn en Chiapas. Su definicisn incluye la lucha por la ciudadanma, la lucha por la tierra y la lucha por la liberacisn de los pueblos indios, objetivos articulados en la conciencia polmtica de las organizaciones indmgenas agrarias, y cmvicas desde 1992, en que tras la Marcha de los 500 Aqos de Resistencia Indmgena Popular los participantes formaron el Frente de Organizaciones Sociales Chiapanecas. En il se esbozs algo asm como un frente cmvico y urbano, no partidista ni electorero, que plantes la Nueva Lucha Polmtica de los Indios, por la Tierra, la Nacisn Mexicana y un sistema Democratico con justicia y dignidad, y con autonomma respecto de organizaciones sociales y polmticas, e instituciones municipales, gubernamentales y culturales.

Semejante proyecto irrits visceralmente la ``larga duracisn'' de los sentimientos colonialistas, racistas, etnicistas, ``fascistas'' de las viejas oligarqumas blanco-mestizas que dominan la regisn desde hace 500 aqos, y cuyos intereses se empalman con los de las compaqmas dispuestas a perseguir y exterminar a los indios, cuando sea necesario, para quitarles sus propiedades o los territorios en que sobrevivan. Es cierto que las fuerzas dominantes, en sus expresiones mas reaccionarias estan dispuestas a impulsar un proyecto de democracia con colonialismo. La simulacisn es parte de su lsgica. En los hechos, la conciencia notable de los indios, la cada vez mas poderosa organizacisn de sus fuerzas, el evidente ascenso de sus luchas desde que en octubre de 1974 organizaron en San Cristsbal de las Casas el Congreso Indmgena; nada les permitis resolver sus mas elementales problemas. Al contrario, istos se agravaron con la crisis, el neoliberalismo y la creciente represisn.

Siptima: La violencia y la ley En el rigimen racista y oligarquico de Chiapas la violencia institucional es la ley. Sin arriesgarse a ningzn tipo de castigo, en la tierra, el trabajo y la polmtica, quienes detentan el poder tienen la posibilidad de violar la ley sea ista agraria, laboral o electoral. Lo contrario ocurre con quienes son indmgenas o mestizos pobres, campesinos, trabajadores y hasta empleados: en cualquier momento se les pueden lanzar falsas acusaciones y aplicarles todo tipo de castigos por delitos imaginarios.

Hay un racismo y un crimen cosificador de que ni se habla en las reuniones elegantes o cmvicas. En 1970, en la ribera de Cupic, algunos jsvenes terratenientes se divertman practicando el tiro al blanco con indmgenas medieros. En Simojovel, regisn donde continuaron existiendo de facto los ``peones acasillados'', hacia 1975 estaba vigente el derecho de pernada. En Tapachula, Pichucalco, La Concordia, Joltenango, La Paz, habma unos cementerios escalofriantes llamados ``particulares'' en donde se enterraba a los desaparecidos. ``La ley del monte ordena que al indio y al zanate se les mate''. En las fincas hay carceles. En las carceles hay cepos. En los cepos hay encarcelados que no estan encauzados. Los indios no entienden el lenguaje del fiscal, ni el juez entiende el de los encarcelados. La mayorma, no tienen amigos o padrinos que los defiendan. ``No hay profesionistas tojolobales. No hay sacerdotes, no hay gente de gobierno ­dice un antropslogo­ (...) El sistema difmcilmente tolerarma que un tojolobal ocupara la presidencia municipal. Al desapoyo se aqade la ignorancia y a la ignorancia el terror interiorizado''. Un indio que reclama sus derechos es un terrorista. Provoca irritacisn y da miedo.

La ley sslo regula las relaciones entre los poderosos o justifica sus atropellos. Y esto, si es necesario. La mayorma de las veces no es necesario justificar los atropellos de los poderosos. Hay sistemas de racionalizacisn y de ``opcisn racional'' que permiten renovar el sistema sin el menor complejo de culpa, como ``lo debido'', ``lo natural'' y ``lo racional''.

Algunos ganaderos y finqueros se mueven entre la violencia y la negociacisn. Traen herencias de antiguas concesiones coloniales y otras mas o menos recientes. En ipocas revolucionarias de ``ascenso de las masas'' dotaron de tierras a sus campesinos o les vendieron algunas parcelas. Hoy, renace en algunos de ellos la idea de vender tierras a los nuevos invasores, pues hasta como negocio, y para mayor tranquilidad propia piensan que les conviene. Pero el primer impulso de todos es amenazar de muerte a los invasores y hasta preparar y realizar brutales ``escarmientos''. Tras la nueva rebelisn zapatista, muchos propietarios se armaron hasta los dientes, aumentaron sus guardias blancas y aprovisionaron sus arsenales. La represisn y la negociacisn quedan abiertas y contenidas, se ejercen con violencia y se proponen como sometimiento a los que reniegan de sus valores, traicionan o delatan a sus gentes.

Desde hace aqos, los campesinos no han dejado de tomar tierras y alcaldmas. El hecho ocurre de nuevo tras tres gobiernos particularmente represivos: el de Juan Sabines, el de Absalsn Castellanos ­a quien secuestraron y amnistiaron los zapatistas­, y el de Patrocinio Gonzalez Garrido, secretario de Gobernacisn al estallar el conflicto: todos ellos se dedicaron a reprimir las nuevas demandas de los indios que reclamaban sus derechos, y cuyo punto de partida mas reciente fue el Congreso Indmgena de 1974.

Las estadmsticas del terror no son confiables; son terribles. De 1974 a 1987 se cuentan 982 lmderes asesinados tan sslo en una parte de la regisn indmgena de Chiapas; mil 84 campesinos detenidos sin bases legales; 379 heridos de gravedad; 505 secuestrados o torturados; 334 desaparecidos; 38 mujeres violadas; miles de expulsados de sus casas y sus tierras; 89 poblados que sufrieron quemas de viviendas y destruccisn de cultivos.

Absalsn, ``auments la violencia en ciento por ciento'', dice un ex lmder. Conforme la crisis se acentus, los campesinos descubrieron que si protestaban los reprimman aunque fueran del PRI ­como ocurris con un movimiento en 1986. Su politizacisn y su firmeza los hicieron defenderse de la muerte inztil, de provocadores como los de ``Antorcha Campesina'', que los llevaban a luchas suicidas, y tambiin de quienes buscaban mediatizarlos y corromperlos, atados al sistema, como los de la ``ARIC Unisn de Uniones'' que se juntaron al PRI. Mas y mas campesinos e indmgenas defendieron con prioridad la autonomma de sus organizaciones. Muchos se pasaron a los contingentes del EZLN en una actitud originalmente defensiva; pero que hacma de la ``autonomma'' ese concepto irrenunciable y generalizado, comprehensivo y mucho mas profundo que la autonomma de la persona humana, o que la autonomma municipal, o que la autonomma de los partidos respecto al Estado, o que la autonomma universitaria, o que la autonomma de las regiones itnicas y multiitnicas. Entre incomprensiones, el concepto de ``autonomma'' como el de ``dignidad'', adquiris todos los perfiles de un nuevo proyecto de democracia. Muchos todavma no lo entienden. No descubren hasta qui punto, el movimiento iniciado en la Lacandona y en Chiapas ­como el de Mixico­no se detendra hasta que se construya un sistema que respete las autonommas y que no quiera cooptar e integrar a los ciudadanos, que respete su dignidad no sslo en la guerra sino en la paz.

Octava: La violencia negociada con pirdidas y ganancias Desde el terror internalizado se lucha por superarlo. Con decisisn, frialdad y fraternidad, a veces se logra dar un primer paso. Surgen intentos de lucha unida, asociada, con tejidos y nexos que se amplman en uniones de ejidatarios, en centrales campesinas, en sindicatos. En ellos se lucha contra la cooptacisn, contra la corrupcisn de lmderes y allegados, y se va a un endurecimiento persistente en que se expresan las corrientes polmticas del Mixico moderno y las posiciones revolucionarias mas variadas.

Las organizaciones sociales se defienden de ser mero instrumento de los partidos polmticos. Sus integrantes aprenden a tomar decisiones colectivas estratigicas y no sslo circunstanciales. Alcanzan posiciones de fuerza en las comunidades, en los barrios y centros de trabajo, se coordinan con otras organizaciones; incluso usan a los partidos polmticos. Se trata de organizaciones campesinas de resistencia cmvica que trabajan en comisiones y en asambleas generales a las que convocan personalmente para tomar acuerdos. En ellas el idioma franco es por lo general el castellano. ``Los bilinges'' (entre los que hay muchos maestros de enseqanza primaria aliados con los pueblos indios) ocupan posiciones de enlace fundamentales. Las mujeres y hasta los niqos participan activamente, mas de lo que se piensa. Las agrupaciones sirven tambiin para organizar la economma, los transportes, la siembra y la pizca, el cridito y la comercializacisn. Algunas representan el germen de una economma alternativa de produccisn y reparto colectivo, con ``cooperacisn'' que permite acumular pequeqos capitales. No dejan de darse actos de solidaridad por parte de campesinos y obreros de otras regiones de la Repzblica. Los Ejidos del Valle del Yaqui en Sonora o los sindicatos mineros y siderzrgicos de Monclova y Monterrey, entre otros, han hecho efectiva su solidaridad. Con los fondos recibidos las organizaciones indmgenas, contratan empleados y hasta abogados; en algunos casos llegan a comprar tierras que sus miembros han ocupado previamente.

Dadas las caractermsticas del Estado mexicano, los campesinos e indmgenas de Chiapas enfrentan varios tipos de experiencias en la lucha: la cooptacisn de algunos dirigentes, la represisn selectiva de otros, la accisn directa de las propias masas (para la toma de tierras, de palacios municipales, de oficinas gubernamentales), y la negociacisn de las masas y sus lmderes con las autoridades y con los propietarios.

La violencia puede ser individual o colectiva. Tambiin la negociacisn. Matan al lmder, o lo golpean, o lo encarcelan, o masacran a los invasores, o los encarcelan para diezmarlos, o cooptan a una parte de la ``gente'', o hacen concesiones que dizque ``acepta toda la gente''. A veces las negociaciones benefician a muchos; y hasta resuelven el problema de la mayorma de un movimiento. Pero por lo general los beneficiados sslo son una parte a la que se busca separar de la mayorma. Ese tipo de negociacisn es tambiin causa de la rebelisn.Es una ticnica de negociar antigua, que se desarrolls por los aqos veinte. Hoy continza. A lo largo del tiempo ha forjado una cultura de calculos sobre costos-beneficios entre gobernantes, hacendados, pobladores, obreros, indmgenas y campesinos. Es una cultura que convive con la de la violencia ``seqorial''. Si ista se retrae y encastilla en visiones orgullosas de caciques ``muy machos'' o ``muy cabrones'', con asesinos a sueldo, aquilla se levanta con tradiciones populistas o innovaciones que apuntan a la cultura de una negociacisn social todavma imprecisa. Evoca tambiin las ticnicas de domesticacisn con ``pan y palo''.

El Estado mediatizador ­con la mediacisn al servicio del Estado y de los poderosos­ responde acordando concesiones a ciertos movimientos y organizaciones violentas, por escandalosos que sean, cuando estan organizados, y cuando su represisn implicarma costos polmticos y sociales ``demasiado'' altos.

Estado y organizaciones tienen una cultura relativa del derecho. Saben que la ley no se aplica necesariamente antes de la violencia ni despuis. Practican una cierta forma de legislar y de interpretar el espmritu de la ley dentro de un orden a la vez violento y civilizado. Legalizan las concesiones despuis de ejercida la violencia por ambas partes, o con la amenaza ­implmcita­ de volver a ejercerla.

La principal novedad del siglo XX y su derivada populista consiste en que la violencia con negociacisn deja de ser monopolio de ganaderos, finqueros y gobernantes. Indios y campesinos tambiin ejercen la violencia aunque sea para negociar. Negocian tierras, criditos, liberacisn de presos. Y si logran algunas ventajas adquieren compromisos de paz, y hasta se obligan a apoyar al PRI y al gobierno. De negarse viene la represisn selectiva. Se dificultan los criditos, se acaban las concesiones; se levantan acusaciones contra los insumisos ante las instancias gubernamentales; se suprime a los lmderes y hasta a las organizaciones. En el camino, y por las dudas, se usan una y otra vez ``agentes provocadores'' que con posiciones en apariencia mas radicales descalifican a los verdaderos lmderes o hacen abortar los movimientos. El sistema resiste con sus antiguas tradiciones colonialistas y oligarquicas. Tambiin con las populistas. Y renueva unas y otras con las de la ``guerra sucia'' o de ``baja intensidad'' que incluye las medidas de divisisn de las poblaciones, de corrupcisn de los asustados y de ``accisn cmvica'' a cargo de los mismos soldados y fuerzas represivas que destruyen las casas, bienes, semillas y aperos de los levantados y tienden la mano ``humanitaria'' a los ``condenados'' que aceptan pasarse a sus filas y convertirse en delatores y otras fuerzas auxiliares.

Muchas ``comunidades'' y gente de los pueblos indios que ``no tenman una visisn clara de la polmtica'', perciben cada vez mas las diferencias del PRI, el PRD, o el PAN. En las uniones campesinas e indmgenas aparecen planteamientos nacionales que son motivo de discusisn. Esos planteamientos dan a sus integrantes una visisn mas amplia de la lucha. Llevan a proponer la derogacisn de la Ley de Fomento Agropecuario, la necesidad de una produccisn al servicio del pueblo, la nacionalizacisn indispensable de la industria alimentaria, la reduccisn de la propiedad a 20 hectareas de riego, y una nueva reforma al mutilado Artmculo 27 Constitucional: una reforma agraria para el siglo XXI.

Al no quedarse en consignas, al profundizar en ellas, surgen procesos de radicalizacisn intelectual, individual y colectiva. Pero a veces surge tambiin una especie de dialictica entre radicalizacisn y desanimo. Las luchas legales no rinden casi nunca. Las que recurren a actos de fuerza tienen costos crecientes, sobre todo con la crisis del populismo, de la democracia neoliberal y de la propia contrarrevolucisn global. Los problemas mas elementales no se arreglan. La represisn sin negociacisn regresa hacia el antiguo rigimen pre-populista. La polmtica se paternaliza a la antigua. Ni ley ni negociacisn; pura represisn con vulgares intentos de cooptacisn-transicisn: es una amenaza que parece extenderse y crecer.

En la dialictica del desanimo-radicalizacisn, los jornaleros agrmcolas y los precaristas tienden a mantener posiciones de lucha mas firmes. Aunque a muchos les falta educacisn polmtica, todos poseen una cierta educacisn, una cierta informacisn, una cierta articulacisn de la cultura campesina de la resistencia y el acoso. Aparece en las asambleas, en las juntas, en las platicas. En ellas se plantea la necesidad de superar las luchas populistas del pasado con una organizacisn democratica disciplinada, digna del conjunto de los pueblos, y en la que participan los viejos y los niqos con los hombres y las mujeres.

Los lmderes de las uniones, los catequistas, los maestros y algunos antiguos o nuevos estudiantes colaboran en la creacisn de esa nueva posicisn democratica que se inserta en la propia cultura democratica indmgena con sus ``coordinadoras'' y sus ``consejos supremos'' de base popular. La tierra, y la lucha ``contra la represisn en que se vive'', siguen siendo objetivos principales, pero a ellos se suma la democracia de los pueblos indios y de la nacisn mexicana. Esta es una novedad de peso creciente, tan grande que ya se volvis tambiin irrenunciable, lo que todavma no entienden muchos lmderes gubernamentales y empresariales dispuestos sslo a volver a la negociacisn populista y mediatizadora, o que aplican una polmtica de ``aguante'' para ver cuando se cansan las masas.

Detras de la nueva lucha por la democracia que viene desde los indios y desde abajo aparece, en forma reiterada, la lucha contra la discriminacisn, contra la exclusisn y la explotacisn de los pueblos ``indios''. La czpula polmtica y social sigue tratando a los indios como los trataron sus antepasados espaqoles, criollos o mestizos aladinados. El ladino o ``kaxlan'' hereda las costumbres y privilegios de una situacisn colonial, hoy inserta en esa ``trampa de la pobreza'' a que se refiere Alan B. Durning, y que abarca desde las estructuras locales y nacionales hasta la global. Tras la nueva lucha de los pueblos indios se encuentra el Tratado de Libre Comercio que los deja desamparados para competir en el ``moderno'' mundo actual. Para ellos, el TLC y su expresisn inmediata en las modificaciones al artmculo 27, y en el intercambio comercial excluyente, cada vez mas desigual, constituyen una verdadera amenaza a su sobrevivencia.

Al empobrecimiento, marginacisn y exclusisn que en los aqos ochenta se ha acentuado con las polmticas neoliberales fuertemente articuladas a un renacer de los caciques indios y blancos, en Chiapas y el pams se aqaden todo tipo de explotaciones y abusos con salarios de hambre y con precios irrisorios que se pagan por el trabajo ­que disminuye­ y por los productos indmgenas que se malbaratan. Algunos de esos productos como el cafi se articulan a la economma transnacional, que comparte los beneficios de lo que Luis Hernandez Navarro ha llamado la ley de San Garabato ­vender caro y comprar barato­. ``El ejemplo del cafi ­escribe ese autor­ es uno entre muchos de un modelo de desacumulacisn y desempleo destinado a dejar a los pobres en la pobreza por los siglos de los siglos. En la zltima semana ­aqade­, el precio del cafi en el mercado mundial subis casi 100 por ciento, en el nacional subis 60 por ciento, mientras a la Cooperativa Cholsn B'ala en Tila, Chiapas se le siguis pagando lo mismo por kilo''. El autor afirma que hay campesinos que venden lo que producen sin ganancia, o con pirdida. Y piensa, con razsn, que ``la diferencia se queda en alguna parte''. Descapitalizados, los pobres productores de cafi ``no pueden aprovechar'' el boom para producir mas: no tienen cridito, y en su mayorma necesitarman un financiamiento nueve veces superior a la garantma que pueden ofrecer a la banca. Ni para ellos ni para los productores de mamz ni para todos los demas hay visos de solucisn a ``la trampa de la pobreza''.

Para vencerla, se plantea una lucha defensiva democratica, una revolucisn defensiva democratica cuya znica posibilidad de ganar es que se transforme en una gran lucha polmtica y social, capaz de cambiar la correlacisn del poder y el mercado en un proyecto local, nacional y eventualmente global. Acerca de esa lucha democratica no se conocen suficientemente las variantes y tendencias y se carece de una teorma general. Sslo se sabe que sin lucha democratica con dignidad y autonomma de los de abajo, no habra ganancia social segura ni negociacisn que le permita al pueblo acumular las fuerzas para enfrentarse a la opresisn y a la explotacisn del PRI, de los caciques, del gobierno, del sistema.

La primera revolucisn del siglo XXI

Antes del cese al fuego me llams la atencisn ver en una pared de San Cristsbal un graffitti que decma: ``Nosotros no somos guerrilleros, somos revolucionarios''. Dmas antes don Samuel Ruiz, el obispo heredero de De Las Casas, me habma dicho refiriindose a ellos: ``Es extraqo. Como revolucionarios son muy raros. Interpelan al gobierno para que haga elecciones honradas''.

En torno a esos primeros acercamientos fui descubriendo que la rebelisn en Chiapas tiene dos grandes lmneas de comunicacisn y de accisn particularmente novedosas en la historia de las revoluciones. Esas dos lmneas parecen heredar y superar los planteamientos anteriores, no sslo los que se han dado en otras partes del mundo, sino en Mixico y Chiapas. En ellas estan herencias des-cubiertas de ixitos y fracasos rusos, chinos y cubanos, o las mas recientes de Nicaragua, El Salvador y la vecina Guatemala; de las revoluciones, las guerrillas, los movimientos campesinos de pueblos indios y, con muchos detalles simbslicos, polmticos y militares, la de Mixico de 1910 a 1917.

En una lmnea, la memoria-y-la-creacisn-histsrica estan relacionadas con lo que podrmamos llamar una polmtica de empatma y de hegemonma. En otra lmnea, memoria y creacisn estan relacionadas con una polmtica de acumulacisn de mediaciones propias que permita avanzar hacia objetivos cada vez mas profundos en que aparezcan otras calidades de vida. En breves palabras, el discurso zapatista parece buscar un interlocutor mzltiple y dirigirse alternativa o simultaneamente, a una gran cantidad de pzblicos, potencialmente actores. El hecho mismo de llamarse zapatistas y revolucionarios es de por sm un mensaje a todos los campesinos y a todos los mexicanos, pues en el subconsciente colectivo de Mixico y en la educacisn sentimental, genuina y falsa de los mexicanos, todos nos sentimos ``zapatistas'' y todos somos ``revolucionarios''. El discurso no descuida al interlocutor mas cercano ­el indio­ ni a las fuerzas progresistas del mundo ni a los periodistas y los medios de Mixico y los pamses lejanos ni a los intelectuales, por sofisticados que sean. A aquillos se les habla en su propio idioma, y en il se les escucha, y a istos se les envman mensajes y metamensajes con citas en inglis y hasta en francis, y con correcciones en la pronunciacisn del castellano e invitaciones al bien decir y escribir de que ellos mismos dan pruebas.

Los zapatistas muestran que dominan dialectos, lenguas francas y frasecitas ``in''. El discurso de comunicacisn mzltiple, o el enfocado o ``focalizado'' hacia un pzblico especial, aumentan su capacidad persuasiva con el manejo multidimensional de la razsn, del entendimiento y el juicio, y con la expresisn de las formas de pensar en estilos que no son pomposos ni contundentes. A veces aparece en sus rostros semi-ocultos una leve ironma inesperada o una groserma juvenil que pide permiso con sentido del humor. Se inserta en el mensaje moral y polmtico como lo cotidiano alegre que no se acaba y tras lo que se oculta la firme decisisn de igualar la conducta con el pensamiento, o de cumplir la palabra. Surge tambiin como la alegrma de la muerte que es una forma de la vida osada, y un medio de identidad del hiroe con el que no lo es, o que todavma no lo es. Aparece asm un teatro en la revolucisn, para Hamlets indecisos y espectadores distantes.

La motivacisn de la ``dignidad'' constituye una base moral de la lucha zapatista que corresponde en Mixico a lo que ha sido la pridica polmtico-moral de Martm en Cuba. Es difmcil alcanzar a los mexicanos con razones ``morales''; en nuestra cultura la ``dignidad'' desata una dinamica mucho mas poderosa.

La polmtica de mediacisn, o de medios y caminos para lograr objetivos es muy original. En los planteamientos que los zapatistas hacen al respecto, objetivos y medios aparecen a menudo como intercambiables. Aparte de que exigen al gobierno realizar elecciones honestas (en el aqo de la insurreccisn que es aqo de elecciones presidenciales) luchan por la democracia, la justicia y la libertad y aseguran su lucha con las armas. En una palabra, los zapatistas se suman a la mas popular y exigida de las luchas actuales del pueblo mexicano y de otros pueblos del mundo. Al hacerlo no optan por un solo camino con una sola hipstesis: exploran para ver cual funciona mejor. Al mismo tiempo programan una democracia nueva entre los revolucionarios; una democracia plural en las ideologmas, las religiones y las polmticas, que no es necesariamente camino para el socialismo, y en que no se acepta que la democracia ``formal'' sea sslo ``mediatizacisn'', en que incluso se exige aplicarla efectiva y honestamente, sin trampas. Pero lejos de detenerse allm, los zapatistas piden democracia con justicia, libertad de los individuos y no sslo de los pueblos. O viceversa. Hacen suya la idea de un rigimen que no sea presidencialista y de una federacisn que sea real, en que haya un cierto equilibrio de poderes soberanos. Plantean el problema de la justicia para los ``hombres de la sombra'' y con ellos. Exigen la democratizacisn en todos los niveles del gobierno, la sociedad civil y el Estado.

En el terreno de las persuasiones con fuerte impacto, ni como revolucionarios se declaran vanguardia ni como jefes muestran esbozo de caudillos. Es mas afirman no ser vanguardia; y haber calculado que el triunfo es imposible sin un movimiento que no venga de todos los movimientos dispersos y juntos. En cuanto a Marcos, el mas conocido de sus voceros y lmderes, es a propssito ``subcomandante'', y al presentarse a sm mismo, dice que tiene superiores, y que istos, para ciertas decisiones, consultan a sus pueblos en forma exhaustiva en que vota la gente mayor y hasta los niqos. El movimiento zapatista supera las graves experiencias autoritarias antiguas y modernas, de caudillos latinoamericanos y nomenklaturas al estilo ruso.

Por si lo anterior fuera poco, hay otros hechos notables en los cuales cuenta la imaginacisn histsrica que se alimenta de experiencias, o la teorma general, que se construye desde las abstracciones locales y regionales. En estos terrenos es impresionante ver csmo se combinan las polmticas de conflicto y consenso, de enfrentamiento y negociacisn, y csmo en ambas, con intereses y principios indeclinables, se juntan expresiones muy corteses y respetuosas y disposiciones de dialogo.

En materia de desestructuraciones, tras la ausencia de una teorma de la historia universal pasada y futura se dirma que los zapatistas son como una especie de revolucionarios de la llamada ``postmodernidad'', de esa ipoca en que ``la Razsn estalls" con el triunfo universal del capitalismo.

Conflicto y consenso, guerra y negociacisn, enfrentamiento y dialogo, rupturas y treguas, desacuerdos y pactos con gobiernos y propietarios, someten a prueba las hipstesis o proyectos para avanzar y profundizar y ampliar los logros con los integrantes del movimiento, con los que simpatizan, con los que se resisten, con los que miran, (con ``los pzblicos'' de Kierkegaard en Mixico). A todos les piden que se organicen en torno a una esperanza, o contra su propio temor. Y que logren por la paz lo que ellos tal vez no puedan lograr por la guerra. Ni siquiera les piden que si no lo logran por la paz vayan a la guerra. Su llamado al resto del pams es como para que se di cuenta de que si lucha y no los deja solos, y sus pueblos luchan como un todo ­en serio­ por la democracia con justicia y dignidad, se podrma alcanzar por la paz lo que de otro modo serma inalcanzable por la guerra o la paz. El todo organizado es el objetivo y el medio principal, el que puede asegurar el cambio pacmfico y cualquier cambio.

La contribucisn del EZLN quiere ser muy modesta y es tambiin muy ambiciosa: defender por las armas, en la Selva Lacandona y en los Montes Azules, la tierra, la libertad y la dignidad que los alzados no pudieron defender de otra manera, e iniciar un cambio en la conciencia del pueblo de Chiapas y de Mixico para que con la democracia y la paz se logren objetivos de libertad y justicia no sslo en las nubes ni sslo en la Selva ni sslo en Chiapas, sino en el pams. El EZLN recuerda la bella imagen de la mariposa que desata una tormenta, y la mas exacta de los grandes movimientos que parecen empezar desde cero y que se vuelven universales. Implica una negociacisn que no sea ``transa'' y una revolucisn que ponga un alto a la violencia contra los pueblos indios, para abrir el paso a una democracia con libertad y justicia, con dignidad y autonomma.

El proyecto se formula en dialectos particulares que se universalizan y en lenguajes universales que florecen entre mexicanos tzeltales, tzotziles, choles, zoques y tojolobales. Tal vez se realice. Pero en todo caso, serma una tragedia para la humanidad que no se realizara.


BIBLIOGRAFIA

Enero-Agosto de 1995 Vid. Ruz, Mario Humberto, La cultura maya: vigencia de la pluralidad, Universidad de Mixico, Dic., 1993, pp. 4-9, Juan Pedro Viquiera Marma de la Candelaria. Mixico, Fondo de Cultura Econsmica, 1993.

Vid. La extraordinaria ``Carta Pastoral en esta hora de la Gracia con motivo del saludo de S.S. el Papa Juan Pablo II a los indmgenas del continente''. Samuel Ruiz Garcma. Obispo de San Cristsbal de las Casas, Chiapas. 6 de agosto de 1993. ``Fiesta de la Transfiguracisn del Seqor''.

Leyva Solano, Xschitl, Militancia polmtico-religiosa e identidad de la Lacandona. Mimeo. s.f.

Cf. Ruiz Garcma, Samuel, op. cit.5 Cf. ``Chiapas 94: Carnaval de la Historia''. Entrevista con Luis y Antonio Garcma de Lesn, 11 y 12 de noviembre de 1994. Guadalajara, Jalisco (Mixico).

Cf. Erwin Rodrmguez, La agudizacisn de los problemas agrarios en Chiapas durante la dicada de los 80, de Luis Hernandez Palacio y Juan Manuel Sandoval (compiladores). ``El Redescubrimiento de la Frontera Sur, Mixico, Ancien Rigime, 1989, pp. 141-152.

Pablo E. Muench Navarro ``La Reforma Agraria en Chiapas'', Mixico Cuadernos de Centros Regionales, No. 7, Mixico, Chiapas, enero de 1994.

Hictor Tejera Gaona Organizacisn Comunal y Conflicto Polmtico en Chiapas, en Hernandez Palacios, op. cit., pp. 253.

Ma. del Carmen Legorreta Dmaz. ``La Reforma al artmculo 27 Constitucional y su efecto en la Unisn de Campesinos de Ocosingo, Chiapas''. Cuadernos de Carlos Reynosa, No. 7, Mixico, Chapingo, enero de 1994. Vid. Antonio Garcma de Lesn, ``Chiapas y la reforma del artmculo 27. Los regresos de la historia''. Ojarasca, No. 11, agosto de 1992, pp. 20-27 y ``Prslogo'' a EZLN. Documentos y Comunicados, Mixico, Era, 1995.

Hernandez Palacio, op. cit. pp. 253 y 266.

Erwin Rodrmguez, op. cit., pp. 209 y 305.

Hictor Tejera Gaona, op. cit.

Josi Eduardo Tappan Meras. Legislacisn y practica de la democracia en Chiapas. CIIH. 1985. Mixico.

Para un excelente analisis de la politizacisn-organizacisn de los indios-campesinos de Chiapas y la agudizacisn de sus problemas, ver: ``Taller de Analisis de las Cuestiones Agrarias. Los zapatistas de Chiapas''. San Cristsbal de las Casas, s.p.i., junio de 1988, 93 pp.

Cf. Erwin Rodrmguez, 147. El Zanate es un pajaro ictirido ``sumamente nocivo en las sementeras de cereales, cuyo grano sembrado arranca y cuyas frutas devora. El macho es negro... etc.", cf. Francisco, J. Santamarma. Diccionario de mexicanismos. Mixico, Porrza, 1974, 2a. edicisn.

Vazquez Soto, Luz Idolina, Organizacisn Campesina Tojolobal. Instancias Organizativas y sus luchas, Universidad Autsnoma de Chiapas, San Cristsbal de las Casas, 1983.

Los datos anteriores sslo corresponden a 38 de los 110 municipios con que cuenta Chiapas; se refieren sslo a cuatro de las seis regiones indmgenas de la entidad. Vid. Boletines e Informes del Centro de Derechos Humanos ``Fray Bartolomi de las Casas''. San Cristsbal de las Casas, Chiapas, 1989 y ss.; Patricia Jovita Gsmez Cruz y Cristina Marma Kovic. Con un pueblo vivo, en tierra negada. Mixico, Centro de Derechos Humanos ``Fray Bartolomi de las Casas'', 1994, 185 pp.

Velazquez Soto, Luz Idolina. op. cit.19 Luis Hernandez Navarro. ``El drama cafetalero''. La Jornada, 3 de septiembre de 1994.